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Inspiración: El aliento de la Divinidad. 

En virtud de que en este blog pretendo narrar vivencias propias, me gustaría compartir contigo una situación muy singular que experimenté durante la producción de mi primer álbum (“Nocturno Instrumental”) y que está estrechamente relacionada con el tema de la Inspiración. 


Como lo he comentado en otras ocasiones, este primer álbum tuvo su origen en mayo de 2008 cuando compuse “Esperándote” una melodía dedicada a mi sobrino Héctor, 3 meses antes de su nacimiento; hijo de mi hermano Héctor y mi cuñada Esmeralda. 

Viendo la aceptación que tuvo el tema, así como los emotivos comentarios que las personas compartían conmigo, decidí seguir componiendo, sin saber aún la respuesta tan positiva que posteriormente tendrían estas nuevas melodías entre mis seguidores y más aún, la huella que este disco dejaría en mí. 

En ese tiempo, no me era posible dedicar horas del día para avanzar en la composición de las nuevas melodías, así que recurría a horarios nocturnos para trabajar. Cuando terminaba mis actividades normales, comenzaba a trabajar en mi música cerca de las diez de la noche, finalizando las sesiones a las dos o tres de la mañana. Es decir, pasaba cinco horas enfocado en actividades relacionadas con la producción musical, tales como composición, edición, arreglos, mezcla, etc. 

Debo decir que al principio, las sesiones de trabajo se desarrollaban sin mucho avance: la Inspiración a veces llegaba, pero muchas otras no y yo tenía que permanecer a la espera de que surgiera la creatividad para así poder convertir las ideas en música. 

Conforme avanzaban las sesiones, fui descubriendo que mi propia actividad mental estaba alejando a la Inspiración y que mientras más me esforzaba en inspirarme (como si eso fuera posible), más me desconectaba de ella. 


Me di cuenta que debía encontrar la manera de generar la atmósfera indicada para que la Inspiración se manifestara, así que en cada sesión, antes de empezar a trabajar, me quitaba los zapatos, dejaba el estudio a media luz y rociaba la habitación con un poco de esencia relajante. Luego me sentaba, cerraba los ojos, respiraba profundamente varias veces y cuando me sentía en paz, me dirigía a la Divinidad, le agradecía su presencia y le pedía que guiara mis pensamientos, mis sentimientos y mis acciones. Le pedía también que me iluminara y que me permitiera plasmar energía positiva en la música que estaba creando.  

A partir de ahí, al realizar este pequeño ritual antes de las sesiones de grabación, pude percibir en mi espacio y en mi persona una atmósfera de paz y armonía que es difícil de explicar con palabras. El tiempo en cierta forma parecía detenerse y en esa quietud, en ese silencio interior, logré al fin establecer una verdadera conexión con la Inspiración.

Desde ese momento las ideas fluían con facilidad, las largas horas de trabajo se diluían sin cansancio y la música simplemente surgía, inundando mi alma de un profundo sentimiento de bienestar. 

También me di cuenta de algo muy peculiar y era que, al día siguiente, sorprendentemente no recordaba mucho del trabajo que había realizado la noche anterior, de manera que al revisar los avances de la melodía en la que me encontraba trabajando, descubría elementos musicales que obviamente yo había puesto ahí (arreglos, sonidos, instrumentación, acordes, arpegios, etc.) sin embargo, no recordaba en qué momento o cómo lo había hecho, por lo que al escuchar la pieza, a veces me daba la impresión de que alguien más la hubiera compuesto y en cierta forma, eso era precisamente lo que estaba sucediendo. 

Hoy, cuando hago referencia a la música que compongo, lo hago diciendo “mi música”, pero esto no es porque la considere mía, sino por cuestiones prácticas; pues a raíz de esta experiencia, ahora sé que gran parte de lo que he hecho como compositor, ha sido obra de la Inspiración. 

Y aquí cabría preguntarse: ¿Es la Inspiración una facultad exclusiva de las personas que están conectadas con el arte? 

Estoy seguro que no es así. Pienso que todos los seres humanos, independientemente de cuál sea nuestra actividad, podemos ser inspirados; solamente necesitamos silenciar nuestro ruido interior para así poder conectar con esta armoniosa presencia.

Entonces, ¿qué es la Inspiración? 

Particularmente, me gusta pensar que la Inspiración es el aliento de Dios que entra en nosotros para iluminar nuestro espíritu, permitiéndonos fluir de manera armoniosa y perfecta con todo lo que nos rodea. 

Agradezco el tiempo que te tomaste para leer este relato. Espero que lo hayas encontrado enriquecedor. Deseo que el aliento de Dios ilumine tu espíritu y te conceda Paz en todos los aspectos de tu existencia.  

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